Lloviznaba. Hacía frío. Mucho. No éramos muchos. Pero Richard empezó contando sus historias, como las viejas historias de abuelo de hace tiempo.
Ese lleno en el vacío, que hizo que los presentes en el evento organizado por el museo Sor Josefa Díaz y Clucellas, se apretujasen en torno y semicírculo del maestro casi octogenario. Así, Richard desgranó una y otra anécdota, de su infancia en el colegio religioso, su pase al estudiantado laico, su participación como escenógrafo y un sinfín de cosas más, con la magia de un maestro que usa la lapicera como un estilógrafo del mejor.
Una película (Hiroshima mon amour) fue utilizada para ambientar y crear la atmósfera necesaria en blanco y negro, sobre el multicolor usado por el maestro para recrear su obra. Histriónico a veces, cáustico otras, displicente en otras, Richard Pautasso habló de sus objetos, del arte y su forma de ver la vida. Isabel Molinas (algo insólito en ella), le regaló una caja de bombones para homenajearlo. Una jornada inolvidable, de ejercicios de memoria y tiempo, conocimiento y experiencia, al alcance de todos. Lo organizó el museo Sor Josefa Díaz y Clucellas, del ámbito municipal.
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